Sí, tengo una mala noticia: a tu cerebro lo que más le importa es que estés cómodo, que te reproduzcas y sobrevivas.
Que mejores como jugador de poker le importa cero 💔
Es más, puesto que para mejorar tendrás que superar incomodidades lo más probable es que a menudo te boicotee en el camino.
Una de las formas más comunes en las que nuestro cerebro nos priva de progresar como jugadores es evitando la (tan incómoda, pero necesaria) autocrítica.
Todos nos hemos encontrado en este escenario: jugamos una mano de forma dudosa, y automáticamente empezamos a hacer malabares mentales que justifiquen nuestra jugada, ¿por qué? Porque esto hace que estemos cómodos, que nos sintamos bien en ese instante, pero (oh spoiler!) a medio y largo plazo estás cavando tu tumba como jugador.
La autocrítica es dura, pero imprescindible pues nos ayuda a identificar nuestros errores y áreas de mejora. Debemos exponernos a esa autoevaluación para reconocer patrones de juego ineficaces y trabajar en ellos, lo que nos lleva a un desarrollo constante de habilidades.
La autocrítica también fomenta la autorreflexión, y nos puede ayudar a manejar mejor las emociones. Al reconocer cómo nuestros sentimientos pueden influir en nuestro juego, podremos desarrollar estrategias para mantener la calma y evitar decisiones impulsivas basadas en la frustración o la euforia.
Por otra parte, aceptar y aprender de los errores es crucial para construir resiliencia y fomentar un sentido de responsabilidad personal sobre el propio rendimiento. Los jugadores que se responsabilizan de sus decisiones son más propensos a comprometerse con su desarrollo y a buscar formas efectivas de mejorar.
Hoy sabes que tienes el gran reto de cazarte cada vez que veas que justificas una jugada solo por no exponerte a la incomodidad de reconocer un error. Practica la autocrítica también en otros escenarios de la vida y entiéndela como una herramienta fundamental para progresar como jugador y persona.
Y ahora a crushear las mesas y la vida!